jueves, 7 de octubre de 2010
REQUIEM POR LOS LIBREROS
Requiem por los Libreros
Debo confesar que me formé en un medio en donde existía veneración hacia los libros, cualesquiera fuera su calidad o su procedencia. Crecí en una fría población andina colombiana. Tunja, que para muchos es una ciudad sin atractivos especiales, y seguramente ese es su secreto. Ciudad silenciosa, de gentes calladas, especialmente acogedora para actividades como el estudio y la lectura. De Tunja, me trasladé a la ciudad capital, Bogotá, para adelantar mis estudios universitarios. El ambiente de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional obviamente reforzaba ese cariño hacia la lectura y hacia los libros. Mis viajes al centro de la ciudad eran constantes, porque tenían especial interés. Hacía visitas a las pequeñas librerías, en donde su propietario era a la vez el vendedor y se convertía en el asesor y orientador que uno necesitaba. Por lo general, se empleaban en esas minitertulias un par de horas acompañadas de un buen café.
Hoy, visitar al centro de la ciudad es decepcionante porque ya no existen las pequeñas librerías. Los libros ahora se encuentran al lado de las cajas registradoras en los grandes supermercados o en pequeños locales ubicados en los aeropuertos.
Quiero hacer un reconocimiento de nostalgia por el viejo librero a quien no lo motivaba el ánimo mercantilista, sino el de inculcar en los demás un perpetuo amor por los libros.
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