jueves, 22 de septiembre de 2011

LA ESQUINA DE LA PULMONIA EN TUNJA

La Esquina de la Pulmonía en Tunja. Tunja es una ciudad que se caracteriza por sus bajas temperaturas durante todo el año. Un promedio de trece grados centígrados, la condena a que sus habitantes vivan exageradamente abrigados. No es raro encontrarlos con doble chaqueta, con vestido de paño y abrigo o gabardina, o para los de mayor edad, con la clásica ruana y sombrero. Este frio vespertino contrasta con la calidez y amabilidad de sus habitantes, quienes lo solucionan rápidamente con un tintico (pocillo de humeante café), o un trago de Onix, delicioso aguardiente boyacense. O la mezcla de los dos, conocida con el nombre de “carajillo” Por sus calles empinadas, corre un vientecillo cuyo silbido constituye el presagio de un buen resfriado. Sentir ese aire frio, casi helado sobre la piel de la cara resulta casi doloroso. De ahí el cachete colorado de muchos de sus habitantes. Pero si alguien desea sentir el verdadero clima tunjano, lo mejor es que se ubique en la Plaza de Bolívar, especialmente en la esquina del Palacio de la Torre, en donde se encuentra la Gobernación de Boyacá, esta esquina es conocida como “La Esquina de la Pulmonía”. Permanecer allí por varios minutos entre las cinco y seis de la tarde, es la mejor prueba de que en efecto se ha estado en Tunja. Nadie que visite esta ciudad puede decir que lo ha hecho, si no ha permanecido algunos minutos en esta esquina. El viento que sopla por esa esquina, es el mismo que ha soplado desde agosto del año 1539. El mismo que “refrescara “a su Fundador, el Capitán Gonzalo Suárez Rendón, a las Hinojosa, a Calibán, al médico Juan Clímaco Hernández, al poeta José Joaquín Ortiz, al Maestro Emiliano González, al escritor Próspero Morales Pradilla y a tantos ilustres boyacenses que por sus calles transitaron. Quien a Tunja ha venido, y en la Esquina de la Pulmonía no ha estado, entonces… a qué ha venido?

sábado, 17 de septiembre de 2011

MATINAL EN EL QUIMINZA

MATINAL EN EL QUIMINZA

Mi infancia transcurrió en la ciudad de Tunja, por allá en los años cincuenta y comienzos de los sesenta. Por esa época, recuerdo que las jornadas del colegio eran de lunes a viernes, durante todo el día, con dos horas de descanso para ir a almorzar a la casa. Los sábados, se asistía al colegio durante las horas de la mañana, y se remataba con la entrega de los temibles Boletines.
Si el dictamen del Boletín era “Excelente”, Sobresaliente o Bueno, se hacía uno acreedor al premio que consistía en poder ir al Cine el domingo en horas de la mañana, en la función de Matinal, a las once.
La verdad, a diferencia de los niños de hoy en día, una ida a cine, había que “ganársela”. Nada era gratis, siempre había que hacer mérito para ello.
El domingo resultaba un día muy especial. Era el día más esperado de toda la semana. Misa temprana. Desayuno sin afanes, bastante surtido. Un vaso de jugo de naranja, la típica “changua”, que consistía en un caldo lechoso con almojábanas o tostadas, cebolla y cilantro, Huevos pericos con cebolla y tomate, taza de chocolate espumoso y cantidades de pan. En mi familia se acostumbraba a mezclar en la taza de chocolate un buen trozo de queso campesino, que se derretía, por lo que se lo tomaba con cuchara.
El desayuno se servía después de la misa, porque para ese entonces, había que ir en ayunas para poder comulgar. Era una disposición de la Iglesia que para recibir “el cuerpo de Cristo”, se debía hacer en ayunas. Y sin trampas….nada de bocaditos antes de misa.
Después de cargar baterías con el desayuno, se dedicaba uno a preparar su colección de “cuentos”, o cuadernillos de comics, como La Pequeña Lulú, Pato Donald, Tribilìn, Periquita, etc. Estos cuentos se llevaban al teatro con la intención de hacer intercambio por otros similares, que obviamente deberían conservarse en buen estado. Estas transacciones de trueque se hacían en la puerta del teatro. “Este lo tengo, lo tengo…este no lo tengo. Listo. Escoja de los míos”. Y así se hacían los intercambios, sin misterio y sin pagar IVA.
Luego se hacía la cola para entrar al Cine. Generalmente iba al Teatro Quiminza en donde presentaban funciones de matinal con películas del viejo oeste, Roy Rogers, Hopalong Cassidy, El Llanero Solitario. La función principal era precedida por la presentación de lo que se denominaba “cortos” , que eran por lo general en dibujos animados de Tom Y Jerry, Mickey Mouse, El Pato Lucas.
Durante el intermedio se presentaba el desfile de los vendedores de golosinas. Pasaban con una especie de cajón blanco sostenido por unas tirantas, voceando: “Obleas, maní, papa frita!”.
De igual manera estaba la dulcerìa o confitería en donde se compraban gaseosas, colombinas, dulces charms, chocolatinas, chicles Bebidas Gaseosas de ese entonces y que hoy ya no se encuentran: la Kolcana (jarabe horroroso que pretendía competirle a la Cocacola, pero era famosa porque de tres botellas, una resultaba gratis), Kola Hipinto, Lux de Tamarindo, Orange Crush.
Cuando se iniciaba la función, el fervor de la chiquillada era tremendo. El zapateo, simulando el galopar de los caballos, de los cuales Plata era el más famoso. “Arre Plata”. Los personajes eran fácilmente identificables: El “Tipo”, los buenos, y los malos. Todas las aventuras del viejo oeste, con los clásicos mineros, el sufrido sheriff, los ricachones ávidos de dinero y del vil metal, que tenían a su servicio a los matones. O en otras se trataba sobre la construcción de los ferrocarriles, los asaltos a los trenes que llevaban el dinero del banco- Es de mencionar que este tipo de cine era presentado en negro y blanco. El color lo poníamos los espectadores, quienes con sus apuntes y su gritería manifestando las emociones y la solidaridad con los buenos, hacía exclamar, como en el caso de mi primo, Armando Merizalde, quien no podía resistirse a advertirle al personaje de la película: “Cuidado tipo, cuidado tipo!”, cuando iba a ser víctima de un ataque traicionero.
Una vez finalizada la película, salíamos con mis recordados Primos, los Pieschacòn y los Merizalde a revivir las escenas y los encuentros, o los duelos. Nos dividíamos entre los Buenos y los Malos para formar los dos bandos, con caballitos de madera cabalgando por las empinadas calles tunjanas. De estas disciplinadas visitas al Cine, surgió la fiebre empresarial por el Teatro y la exhibición de películas de Don Camilo Pieschacòn.
Definitivamente, el Teatro Quiminza fue un escenario importante en nuestra infancia, y siempre le fuimos fieles a la función de Matinal los domingos.

domingo, 17 de julio de 2011

El Pueblito Boyacense




Un día cualquiera conversaba con algunos amigos sobre sitios interesantes para conocer. Alguien mencionó el “Pueblito Boyacense”, manifestando que era una réplica de los pueblitos más lindos de Boyacá. Obviamente, me llamó la atención, indagué por la información que me permitiera llegar hasta allí: Duitama, a tres horas de Bogotá:
De inmediato organicé el viaje familiar. Una vez en Duitama, preguntamos varias veces, ya que los avisos aparecen pero no lo suficiente como para llegar en forma directa
El Pueblito Boyacense, es un pequeño caserío conformado por unas 16 manzanas, que contienen la arquitectura de diferentes municipios de ese bello y acogedor territorio colombiano. Recorriendo sus aseadas y pintorescas callecitas, puede uno recordar Villa de Leiva, Ráquira, Tenza, Tibasosa, Mongui, Sáchica y El Cocuy. La idea surgió hace unos doce años, con el propósito de brindarle vivienda económica al gremio de artistas, de pintores, escultores, artesanos, músicos. Se encuentran bellas casitas de una o dos plantas, con balcones o ventanas cuidadosamente decoradas, algunas plazoletas, parquecitos, capilla, espacio para conciertos. Existen locales comerciales para degustar los diversos platos típicos de la región, postres, artesanías, pinturas, esculturas, tejidos. Hostales. Sus habitantes invitan a conocer las casitas en su interior. En fin, es un excelente plan para conocer la cultura andina, recrear la vista, caminar, saborear un exquisito tinto, o café, o si prefiere un típico “canelazo”, el inigualable jugo de feijoa, o la crema de curuba. Deliciosas almojábanas, mantecadas, arepas boyacenses, el queso paipano, etc.
El ingreso al Pueblito Boyacense tiene un costo simbólico de Tres mil pesos, cerca de un dólar con cincuenta, por vehículo. Considero que las imágenes pueden expresar mejor lo que he tratado de compartir con Ustedes. Espero que su próximo paseo sea para conocer el Pueblito Boyacense, a tres horas de Bogotá, por una de las mejores carreteras de Colombia, doble calzada, con un clima agradable de 16 grados en promedio. De Bogotá a Duitama se deben pagar cuatro peajes, a seis mil cien pesos cada uno.
Boyacá los espera!

martes, 1 de marzo de 2011

El derrumbe del Progreso

El derrumbe del Progreso

En el camino del "desarrollo urbano", Pasadena, un pequeño barrio residencial de Bogotá, ha visto desaparecer su amplias casas para cederle paso a nuevos edificios, que inicialmente eran destinados a apartamentos, pero que hoy ya se está permitiendo para edificios de oficinas y de consultorios médicos, cambiando la naturaleza del barrio anteriormente exclusivamente residencial.
Algunos constructores son relativamente serios en su proceso de construcción, otros motivados solo por un apetito voraz en obtener utilidades, sin importar ni la estética, ni la seguridad en su proceso de construcción, sin consideración alguna realizan profundas excavaciones que les permitan utilizar varios pisos de sótanos como parqueaderos.

Curiosamente esta actividad se presenta como uno de los rubros indicativos de "crecimiento y desarrollo".


Pues bien, hace un par de días, nuestro barrio se estremeció ante el desplome de tres casas, generado en la excavación de un lote aledaño para construir un edificio de consultorios médicos.
Una de las casas que se desplomaron estaba habilitada como hogar geriátrico.Estos ancianos y los demás residentes se vieron obligados a buscar refugio temporal en casa de vecinos solidarios.
Los constructores en acto de "responsabilidad social" están colaborando para terminar de tumbar lo que queda de las casas.
Lo que sigue es el interminable proceso judicial para tratar de obtener alguna indeminización de los irresponsables constructores, que obvio cuentan con todos los permisos oficiales.
Mientras tanto, este es el nuevo escenario que presenciaremos los habitantes de mi barrio en Bogotá.