lunes, 19 de abril de 2010

Manuela Beltrán y la Revolución Comunera


La Provincia del Socorro, en Santander, a unos cuatrocientos kmts al nororiente de Bogotá, está habitada por personas francas, individualistas, trabajadoras, honradas y algo peleadoras cuando se les provoca. Bastante tercos. Apasionados en política y religión. Por lo general el santandereano no acepta ni abusos, ni injusticias.
Estos rasgos se reunieron en una mujer, cuyo nombre Manuela Beltrán pasó a la historia como la primera mujer que se enfrentó a las fuerzas realistas, en un gesto espontáneo frente a los abusos, cansada de las arbitrariedades, de la imposición de exagerados tributos. Se le conoce como “La Heroína del Pueblo”.
Se sabe que era una mujer de origen humilde, que subsistía de la venta del tabaco, cuando por órdenes del Visitador Gutiérrez de Piñeres, se fijó en el Socorro un Edicto que tenía las nuevas cargas impositivas, lo cual significaba la ruina para los tabacaleros y cacaoteros , para casi todos los habitantes de esta región. Manuela Beltrán en un arrebato de ira, arrancó de la pared el texto del Edicto, ante la mirada atónita de los soldados españoles y de la muchedumbre, que comenzó a aplaudir este gesto de una mujer valiente. Rompió el Edicto y lanzándola entre la gente que se había congregado alrededor, lanzó el grito que se convirtió en arenga popular: VIVA EL REY; MUERA EL MAL GOBIERNO!!!!
Surgió entonces una revuelta popular, todas las personas, aprovechando que era día de mercado, se lanzaron por las calles protestando contra los abusos de gobernantes de la Nueva Granada, asaltando los estancos de aguardiente, saquearon los comercios de los criollos adinerados. En medio de estas manifestaciones de descontento surge un líder popular, José Antonio Galán,
Se organizan milicias populares. De otras poblaciones van llegando voluntarios que armados con machetes, piedras, mazos y algunos con arcabuces se disponen a marchar hacia Santafé para exigir la abolición de los impuestos, un mejor trato hacia los criollos, los mestizos y los indígenas. Forma parte de la dirigencia de este movimiento Juan Francisco Berbeo, criollo de clase alta, quien se suma al movimiento pero se asusta porque el origen popular y las consignas de rebeldía de los comuneros, van en contra de los principios e intereses de los criollos. Hábilmente Berbeo delega una tarea a Galán para que se aleje, mientras él convoca a un selecto grupo de criollos de la sociedad socorrana para que le acompañen, junto con los comuneros y con los hombre que en el camino se les van sumando, llegando a formarse casi cuatro mil hombres.
En el sitio de Vélez se enfrentan ante una pequeña fuerza del ejército español, con algo menos de cien hombre fuertemente armados, que fueron fácilmente derrotados por los comuneros.
Así fue como la fuerza comunera seguía su camino hacia SantaFé, reuniendo más voluntarios a medida que avanzaba la gran marcha.
El Virrey Flórez se encontraba en Cartagena. El Visitador Gutiérrez de Piñeres, salió huyendo hacia Cartagena. El Arzobispo Antonio Caballero y Góngora, con amplias facultades se dirige hacia Zipaquirá con el fin de evitar que la marcha comunera llegara a Santafé.
En secreto se mantenía comunicación con Berbeo, con el fin de planear una estrategia que permitiera la disolución de la protesta popular.
En el sitio de Zipaquirá, el Arzobispo caballero y Góngora se reúne con el Grupo que lidera a los Comuneros, el cual como se dijo lo conformaban criollos de la alta sociedad de Socorre y de las otras regiones que se fueron anexando a la revolución comunera.
Se acordaron una Capitulaciones que fueron conocidas por los integrantes de la protesta. Estas Capitulaciones establecían , entre otras cosas, lo siguiente:
La abolición de los nuevos impuestos de Barlovento.
La eliminación de los cobros de los curas por bautizos, casamientos y defunciones.
Que se devolverían las tierras a los indígenas
Que se permitiría el nombramiento de los criollos en los empleos públicos.
Que se expulsaría al Visitador Regente Gutiérrez de Piñeres
Que no se tomarían represalias contra los líderes del movimiento comunero
Se establecía el compromiso que una vez firmadas y aceptadas las Capitulaciones, se disolverían las fuerzas de protesta y regresarían a sus lugares de origen.
Para darle solemnidad a este acto, se celebró un Te Deum en la Iglesia de Zipaquirá.
En secreto tanto los representantes de la Corona española, como Berbeo y los otros líderes criollos, acordaron que no cumplirían con el pacto sellado. Que sencillamente se trataba de una maniobra “lícita” para salvar los intereses de la Corona. Crearon la figura del “dolo legal”.
Una vez aceptadas y firmadas las Capitulaciones el día 8 de junio de 1781, se disolvió la marcha. Regresaron los comuneros a sus terruños.
Pocos días después el Arzobispo manifestaba que de ninguna manera se daría cumplimiento a lo pactado en las Capitulaciones. Que no tenían ninguna validez.
Se inició una cruenta represión contra los que habían participado en la Protesta. El mismo Berbeo y los otros criollos colaboraron con las autoridades de la Corona, denunciando a los líderes populares y entregando a Galán, quien fuera fusilado, junto con otros compañeros.
Así terminó la osadía iniciada por una mujer del pueblo.
Sin embargo, quedó sembrada la semilla de la inconformidad que treinta años más tarde daría sus frutos.

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