lunes, 2 de noviembre de 2009

El Pequeño Gael y el yogurt


De cómo el pequeño Gael adquirió una aversión al Yogurt

Después de ocho años de vivir en la ciudad de Nueva York, la familia Navarrete Moreno decidió regresar a su Chile del alma, haciendo una corta parada en Colombia, de tan solo tres días.
Tuvimos el grato placer de acompañarlos durante un día en su paso por Bogotá, en donde su propósito era el de visitar a una tía de Erika.
Para conocimiento de todos, debemos contar que tanto Gastón, como Erika son fanáticos de los platos de Crepes and Waffles. A pesar de que el viaje lo hicieron en primera clase, no veían la hora de llegar a una mesa de Crepes para degustar algunos de sus exquisitos platos, así como sus helados.
Debo reconocer que cometí algunos errores de cálculo, por ejemplo, los llevé al Crepes del centro comercial Boulevard Niza. Primer error grave. El centro se encuentra en remodelación. Vale decir que sus instalaciones parecen el resultado de un inclemente bombardeo. Ni los parqueaderos se salvan, la poca señalización existente no corresponde al sentido de las vías actuales. Es decir, si se quiere ir a un lugar determinado, lo mejor es tomar las flechas al contrario, porque de lo contrario dará contra alguno de los muros o de las cercas verdes que invaden por doquier el parqueadero de este caótico centro comercial.
Pero de ninguna manera esta circunstancia ahuyenta la fiel y creciente clientela de Crepes. Se debe hacer la rigurosa fila de quince o veinte minutos para lograr ser ubicado en alguna mesa.
Nos correspondió la mesera Marta Lucía, quien nos entregó las voluminosas cartas. En un principio podemos calificar su atención de normal, a pesar de lo concurrido del restaurante.
Tanto Gastón, como Erika, como su pequeño hijito de año y medio, Gael, disfrutaron de las exquisiteces de los crepes, de los waffles y de los helados, así como de sus jugos naturales de pura fruta.
Erika venía con un bolso, que podría ser fácilmente un morral para el viaje de algún joven durante un camping de fin de semana. Erika, muy previsiva, traía los elementos que consideraba necesarios para atender a su pequeños hijito Gael: o sea: tres pañales desechables, un biberón, cuatro compotas, frutas finamente picadas, guardadas en un recipiente térmico, con sus cubiertos, dos mudas de ropa completas, algunos juguetes de la última generación, cereales, leche especial , lo anterior, sin olvidar lo indispensable para el uso de la misma Erika. A todo lo anterior se le debe agregar un yogurt que había comprado en el aeropuerto Kennedy por si llegaba a necesitarlo para Gael.
Pues bien, he aquí que en el instante en que Gael manifestó con profundos mensajes olfativos que era necesario y urgente el cambio de pañal, Erika procedió a abrir su bolso nada diminuto, encontrándose con la muy desagradable sorpresa del envase del yogurt explotado, probablemente debido a la presurización del avión…!!!
Empezó a desalojar cada objeto y elemento que con tanto cuidado maternal había incluido en el práctico bolso, y la verdad se debe expresar: no se salvó ninguno de quedar soberbiamente impregnado de una buena cantidad de yogurt.
A todas estas, el pequeño Gael no entendía la demora de sus progenitores en el cambio inmediato y refrescante de su pañal, y ya no solo del pañal, sino del pantalón y de la camisetica.
En conclusión debo reconocer que no hubo cantidad suficiente de servilletas que la anteriormente atenta mesera alcanzara, cada vez en menor número, demostrando una extraña tacañería y una total indiferencia frente a tamaña emergencia maternal.
Todos entenderemos si en un futuro cercano nuestro pequeño Gael se torna alérgico a los yogures.
Bogotá, Noviembre 2 de 2009

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